jueves, 9 de marzo de 2017

¿Los mediadores creen, realmente, en la mediación?

¿Creemos los mediadores, realmente, en la mediación? No tengo ninguna duda de que la respuesta a esta pregunta es SÍ.

Sin embargo, y aunque lo que pueda decir a continuación pueda escocernos un poco, existen argumentos para dudar de que los mediadores, a pesar de nuestro convencimiento sobre la utilidad e interés de la mediación como alternativa de gestión de conflictos, estemos haciendo todo lo posible para fomentar su uso y su desarrollo.

Tal y como se transmite en algunas ponencias o mesas redondas sobre mediación, en España se han formado alrededor de 15.000 personas en mediación. Y esa cifra sigue creciendo, mes a mes, teniendo en cuenta la ingente y variada oferta formativa disponible.

Todo un ejército de personas, mejor o peor, formadas en mediación en sus diferentes ámbitos de aplicación. Y, sin embargo, hay que reconocer que, entre la sociedad, la demanda de este modelo de intervención, a pesar de sus características y sus ventajas, es minoritaria.

Se ha concluido, como explicación a esta situación, que la sociedad a la que pertenecemos está demasiado habituada a que un tercero (tradicionalmente el juez) “nos resuelva la papeleta”. Aunque las medidas que pueda ofrecernos sean impuestas, limitadas y tarden mucho en obtenerse. Y también se ha hablado de lo costoso y complicado que está resultando introducir en la sociedad a la que pertenecemos una “cultura de paz” y de autodeterminación que nos ayude y responsabilice a resolver nuestros propios conflictos.

Yo suscribo y subrayo estos dos argumentos. Pero también tengo que admitir que existe otro, muy sencillo, que demuestra cómo los mediadores tendrían en su mano desarrollar la mediación fomentando una mayor utilización de la misma por la sociedad de forma muy sencilla.

Si efectivamente somos, en la actualidad, más de 15000 mediadores formados, podríamos, sólo por nosotros mismos, generar más de 15000 casos de mediación al año. Y, aunque no dispongo de los datos, estoy seguro de que el número de mediaciones realizadas anualmente no llega, en la actualidad, a cifras parecidas.

Como digo, esta cantidad de procesos de mediación sería fácilmente generable por nosotros mismos si cada uno de los 15000 mediadores formados derivásemos a este recurso sólo uno de los casos que pudiéramos considerar susceptibles de mediación de todos los que hubiéramos detectado en el desempeño de nuestros roles profesionales de origen (abogados, procuradores, psicólogos, trabajadores sociales, educadores sociales, pedagogos, docentes, personal sanitario, personal de la administración de justicia, ingenieros, policías,  y un larguísimo etcétera)

Escucho, en muchos foros, el reproche de que las distintas Administraciones Públicas no contribuyen todo lo que podrían al desarrollo de la medicación. La queja de que la Administración de Justicia, a pesar de estar colapsada, de los tiempos de espera que impone a sus usuarios, del coste económico, de las dificultades para resolver conflictos, e incluso de su dificultad para resolverlos adecuadamente con la consecuente insatisfacción que produce, no invierte suficientemente en mediación, ni propicia protocolos de derivación para darle protagonismo a otros sistemas de resolución de conflictos. Y, quizá, haya algo de razón en estos requerimientos. No digo que no, todo es mejorable y quizá, desde estos ámbitos, se podría hacer mucho más, y de forma más provechosa.

Pero hay que reconocer, que sin datos en la mano, estoy seguro de que, de los procesos de mediación realizados cada año, muchos más de la mitad son producto de una derivación judicial a una sesión informativa. Y esto da que pensar... ¿Deberían ser más?. Seguramente sí. Podrían ser MUCHOS MÁS los casos en los que los Juzgados optaran por derivar a una sesión informativa para que las partes pudieran conocer de la mediación. Pero en tal caso, estaríamos hablando de intervención únicamente intrajudicial. Asociando demasiado la mediación a la existencia de un procedimiento judicial (cuando uno de los objetivos es que la mediación evite iniciar litigios), y perdiendo, de esta forma, el valor preventivo que tiene la mediación extrajudicial como modelo que fomenta la autogestión y la solución de conflictos directamente por los implicados. 

¿Qué pasa con la mediación extrajudicial? ¿cómo ayudamos los mediadores a que se generen casos en este ámbito? Y a ese respecto, ¿cuántos casos, antes de iniciar trámites judiciales, son derivados a un proceso de mediación por el colectivo de los abogados?, ¿y por el de los procuradores?, ¿y cuántos por el conjunto de los psicólogos?, ¿y cuántos casos son derivados por cada uno de los colectivos profesionales que están formándose y fomentando la formación en mediación?

Si, efectivamente, creemos en la mediación y en sus bondades para quienes hacen el esfuerzo de intentar resolver sus conflictos a través de ella, tal vez seamos los primeros que debamos DEMOSTRARLO. Y la iniciativa que aquí propongo es sólo una propuesta entre las muchas opciones posibles. Una que quizá permitiría incrementar, en 15.000, el número de procesos de mediación llevados a cabo anualmente. O quizá muchos más, o tal vez menos. A veces las matemáticas no son la herramienta más exacta para este tipo de predicciones. Pero estoy seguro de que serían muchísimos más los casos en los que los conflictos podrían ser resueltos de un modo más eficaz y constructivo, con todo lo que eso supondría de beneficio, de aprendizaje y de crecimiento para la sociedad a la que pertenecemos. Y, ¿no es ése, en definitiva, el mejor modo de darle verdadero valor a la mediación? No tengo ninguna duda de que la respuesta a esta pregunta es SÍ.



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